
Existe enfermedades raras. Tan raras como la tuya. Enfermedades sin cura aparente, sin tratamiento y sin diagnóstico más allá de lo que parece evidente: que estás enfermo. Y en una de esas, en una de esas miradas furtivas al espejo, al profundo vacío de tus ojos enfermos encuentras que la cura a todos tus males pasa por olvidar tus males y en determinar que la enfermedad no es tal cosa. Es otra cosa, algo, sí. Pero tal vez simplemente otro estado mental y físico. Ni un parásito, ni un agente infeccioso; siquiera un defecto. Pero algo, al fin y al cabo. Algo.
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