2.17.2009


Desear mucho algo lo desgasta. Desgasta el deseo, y además lo vuelve ilusorio. Un reflejo de obsesiones y poco más. Idealizar el objeto de deseo es una inútil manera de alcanzar ningún objetivo. Si aprendes esta lección pronto puedes, con el tiempo, mejorar.
Pero mejorar cuesta tanto. Como dejar el tabaco, es igual. Dejar de lado tus obsesiones más secretas es más difícil que dejar el tabaco, y dejar del tabaco es algo complicado.
La naturaleza obsesiva de determinadas personas responde a una necesidad. La necesidad frustrada de algo que creen que pueden alcanzar a través del oscuro, o no, objeto de deseo. Es por eso que es tan atrayente y adictivo, la única razón valida para levantarse cada mañana y trabajar; trabajar para conseguirlo.

Pero, vaya, que desgracia, el deseo desgastado nunca fue algo que estuviera a nuestro alcance. Que noticia tan terrible; que maliciosa contradicción. Si por algo se caracterizan las obsesiones es porque rara vez las puedes conseguir. Sobre todo sino puedes ahorrar en una cuenta de ahorro para comprarlas, en cuyo caso es aún peor porque una vez adquirida tu obsesión se vuelve una simple posesión material.

Quien nunca se haya sentido obsesionado por algo, o por alguien, de forma estúpida, miserable e inspiradora es alguien que no es capaz de entender, en toda su magnitud, esto que cuento. Todos podemos imaginar, algunos más que otros. Todos podemos entender, comprender y examinar una situación, un caso en especial. Pero o sientes esa extraña sensación en el estomago, subiendo por tus brazos e instalándose en tu mente para generar confusas imágenes e ideas que chocan entre sí o, por lo contrario, no lo puedes entender.

Ni puñetera idea.

1 comentario:

Utopía dijo...

Yo quisiera no entender.