7.14.2008



Siguió durante un segundo una estimulante estela de humo dentro del garito, sus pasos golpeaban el suelo con una violencia que hacía que se convirtiesen en golpes secos expandidos por el suelo de madera. Las caras de los clientes jugueteaban entre las sombras con gracia y el desespero de la llamada de la selva parecía quedarse quieto durante un instante en el interior de sus enrojecidos ojos. Llevaba la bandeja debajo del brazo, y cruzaba miradas consigo misma en los espejos de detrás de la barra. Sus odios se llenaban de música distorsionadas, de conversaciones y de un murmullo mortecino que parecía desvanecerse y resucitar a cada instante. Todo esto la embravecía, satisfacía y colmaba pero no hacía que se olvidarse de quien era; pues ella era la reina del desierto y todos esos perdedores debían tenerlo muy claro.



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