11.26.2006

Mozart sonaba en el pequeño auricular de color blanco que colgaba sobre su oreja derecha, su mirada fija y a la vez perdida bailaba dentro de ensoñaciones mientras observaba la danza entrópica del humo saliente del cañon de su 9 milímetros. Su brazo aún continuaba erguido, el peso del arma estaba empezando a hacerse doloroso de sostener pero Mozart merecía el éxtasis pasmoso que le atrapaba.

- ¿Lo escuchas?. Deberías escucharlo, solo reyes y grandes de la historia murieron con esta banda sonora de fondo. Tal vez tú no la merezcas, pero hasta una rata de alcantarilla merece un momento de grandeza. No te va a recordar nadie, la indulgencia que le ofrezco a tu cadáver es solo una prueba de la pena que me produces. Pero así es la vida: unos ganan y otros pierden. Siéntenle satisfecho, aún habiendo perdido, pues al menos lo has hecho con Mozart decorando el ambiente.

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